Reconocimiento de la figura de Concha Vargas como mujer, gitana y artista, un temperamento singular que ya forma parte de la historia del flamenco
El baile de la lebrijana Concha Vargas podría situarse en el eje principal de la tradición gitana, el arte que se transmite y que continúa pegado a la tierra a lo largo de los siglos. Sin embargo la bailaora, en sus 50 años de vida profesional sobre los escenarios, se ha atrevido con todo. Concha Vargas ha hecho de la formación una especialidad flamenca. Sus viajes a Japón han creado escuela y en sus clases, se ha llegado a pagar por solo mirar. En esta charla sobre Concha Vargas vamos a reconocer su figura, mujer, gitana y artista, y exploraremos los distintos ángulos de un temperamento singular que ya forma parte de la historia del flamenco.
Concha Vargas_ROMINIA Mujer Gitana.
Concha Vargas_La formación / Japón.
Concha Vargas_La transgresión.
UN AMBIENTE PRIVILEGIADO
Concha Vargas se crió en un ambiente privilegiado. Su padre se relacionaba con los que estaban por aquel entonces en la cima del cante grande. Tratante de ganado, su oficio le daba pie a terminar los negocios en su casa, de fiesta rodeado de grandes figuras. La Feria de Sevilla, la feria de Abril, era no hace tanto tiempo una feria de ganado. Se celebraba en el Prado de San Sebastián y el ambiente en las casetas era auténtico, sin tanta música amplificada, sin altavoces. Ricardo Pachón describe en un artículo “aquella liturgia de la verdad flamenca” de aquellos años de gloria en Sevilla:
“En la caseta de don Ángel Camacho estaría la tribu de Morón, en torno a Diego del Gastor, y nombra a Joselero, a Fernanda y Bernarda, a Paco Valdepeñas…. En la caseta de la Peña Oromana de Alcalá de Guadaíra seguro que estaba Juan Talega, Antonio Mairena, Melchor de Marchena, Manolito de María, Curro Fernández, Rafael el Negro, Matilde Coral…” y nombra a Quintín Vargas. Había más casetas, la de la Venta de Vargas donde un jovencísimo Camarón alternaba con Rancapino Viejo, Chano Lobato, el Beni de Cádiz… algunos de estos artistas terminaban al amanecer en la casa de Quintín Vargas si había algo que celebrar.
Por eso Concha lo primero que aprendió fue a escuchar el cante. Y por eso la niña empezó a bailar con esas maneras de la mano de su maestro Pepe Ríos. Ya hemos hablado de aquel primer Gazpacho de Morón, pero es que en tan solo 2 o 3 años, Conchita Vargas había actuado ya formando parte del cartel en los mejores festivales flamencos. Mirad lo que dice el crítico del Festival de Mairena de 1969, un festival que tenía fama de exigente porque allí se consideraba que estaba “la vara de medir” el cante.
Leo literal: “Primero en Lebrija y después en Marchena, vimos bailar a Concha Vargas. Nuestra modesta profecía se vio confirmada en Mairena, cuando aquel público tan entendido aplaudía a rabiar a la jovencísima bailaora, impresionante de majestad, garbo, verdad sin trampa y hondura legítima. Conchita Vargas, de 13 años, triunfó incluso a muy larga distancia de nombres consagrados. Su porvenir es cada vez más sonriente y ahora sí que es cierto el camino, después de los aplausos de Mairena”.
LEBRIJA: UN COMPÁS DIFERENTE
Ese camino ciertamente se llenó de éxitos, de trabajo, de espectáculos y de momentos vividos, algunos de los cuales hemos señalado aquí sin tener la intención de enumerarlos todos. Pero esta última parte de la conferencia va dedicada a Lebrija y aquí queremos volver. Decía el Lebrijano que la música es el arte de componer los sonidos con el tiempo. Y Lebrija tiene esa forma particular de componer, de hacer el compás.
Lo saben, de manera intuitiva, las familias gitanas de Lebrija, que se han encargado de salvaguardar este tesoro cultural que es el flamenco. También han dado sobradas muestras de ello los artistas lebrijanos, incluso los más jóvenes. Muchos artistas lo atestiguan con el cante, y con la guitarra, ¿pero y el baile? ¿Hay una forma de bailar que siga ese tiempo que se marca en Lebrija? El baile de Lebrija se llama, sin lugar a dudas, Concha Vargas.
Concha Vargas le baila al cante. Cuando el cante coge por los derroteros arromanzaos del compás lebrijano, Concha se recoge y a la vez se agranda, marca el compás con sus pies y de medio cuerpo para arriba dibuja en el aire una figura difícil de descifrar, se ha formado a través de los tiempos.
La sabiduría que se pasa de generación en generación. Una manera de expresarse que se hereda y que responde a las vivencias, no solo vividas por ti, sino transmitidas de madres a hijos. Para Concha Vargas el baile es su vida.
Concha Vargas no solo representa el baile de Lebrija, sino que además vive en Lebrija. Parece un detalle menor, pero es un hecho que deberíamos valorar, es una circunstancia que le da valor o caché a nuestro pueblo. Primero, porque hay decenas de niñas y mayores que se forman en sus clases, pero también porque la personalidad generosa y arrolladora de Concha Vargas hace que en cualquier lugar te puedas encontrar con un momento único en el que Concha, de manera improvisada y sin necesidad de escenario, se arranque a bailar. Bueno, cualquier momento y cualquier lugar no. Tiene que haber una reunión de gitanos buenos y que se esté cantando bien. Pero yo eso lo he visto, levantarse de su mesa, por ejemplo en el Bar Bocho, y bailar a pie de barra dándole rango superior a esos lugares efímeros del flamenco de los que hablamos en nuestra Ruta Cultural por la Lebrija Flamenca.
Concha vive en Lebrija con toda su familia, que la acompaña también en el mundo del arte. Su hija Carmen, que aprendió a cantar antes que a hablar, y que forma con ella una de las parejas más bonitas del flamenco. Y su hijo Curro, que está tocando con una gitanería y un compás muy pareciado para acompañar al cante. “Mi hijo Curro tiene mucha cabeza”, nos dice Concha cuando habla de él. Y por eso le ha confiado la dirección del espectáculo que conmemora los 50 Años de Concha Vargas.
Para terminar, publicamos un VIDEO. Concha Vargas formó parte del elenco de una experiencia inusual y única, también auténtica y la vez revolucionaria, de llevar el flamenco que se vive aquí en Lebrija a los escenarios. Fueron los años 90 y de la mano de nuestro añorado músico y guitarrista Pedro Bacán. Os dejamos con un par de minutos que valen un pedigrí, de una Bienal en la que Concha, además, estaba embarazada. Un embarazo por romances, merece la pena verlo.