Presentación de Manuel Carrasco, presidente de la Asociación Cultural del Pueblo Gitano de Lebrija
Una obra representada por Replikante Teatro con el cante de Manuel de la Costá y José Soto, con la guitarra de Luis Carrasco
“El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana, y así lo han hecho el Teatro Replikante de Lebrija. Y al hacerse humana, habla y grita, llora y se desespera. El teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena lleven un traje de poesía y, al mismo tiempo, que se les vean los huesos y la sangre, y para eso está el cante gitano. Asi lo van a hacer Manuel de la Costá, José Soto el Churrero, Ramón Vargas como exaltador y la guitarra de Luis Carrasco.
He querido empezar con versos lorquianos combinados con la cultura de Lebrija para que disfrutemos esta noche en Trebujena, Sastipen that mestipen, salud y libertad. Esta actividad entra en la celebración del Día Internacional del Pueblo Gitano que estamos celebrando en Lebrija desde el pasado 8 de Abril y como celebración de los 600 años que lleva el pueblo gitano en nuestro país.
Como presidente de la Asociación Cultural Pueblo Gitano de Lebrija quiero comenzar a dar la gracias al Ayuntamiento de Trebujena por esta apuesta cultural e histórica. Al Ateneo Arbonaida de El Cuervo, culpable de esta estructura del tiempo, de las cenizas que todavía existen. Han reconstruido la choza más gitana del planeta, la del tío Juaniquín, para poner en relieve cómo se amarraba los cordones de los zapatos aquel maestro gitano para buscar su libertad. Por supuesto, a este grupo de artistas del Teatro Replikante por representar el drama y darle la oportunidad a la Asociación de traer a los cantaores y guitarra para darle la tragedia del cante, y por supuesto, a mi tío Ramón Vargas, por sentir el dolor y la pena de su enseñaó, y saber contarla. Gracias a todos por hacerme partícipe de poder presentarlos a todos ustedes, que estáis aquí apoyando este drama flamenco. Y gracias a la familia de Juanquín que están por aquí.
Todos guardamos un recuerdo de aquellos que murieron por culpa de aquel régimen fascista que nos despeina el sentimiento de vez en cuando. Es como si la cinta del pasado se rebobinara en nuestra mente dando paso a sensaciones que creíamos olvidadas, pero eso es imposible. El Mojiconero es uno de los ejemplos. Hay días en los que la memoria nos reta, juega con los sentimientos, se pasea por la casa y nos recuerda que nadie escapa del pasado. Porque Casto Moreno se lo llevó el tiempo, y para sobrevivir tuvo que llamarse José Valencia, y considero que cualquier sistema que ataque o ponga en peligro la libertad es un enemigo más del día a día.
La libertad no es un lugar ni un estado del ser: es un camino. Se está andando en él o se está fuera de él. Y Lebrija y Trebujena lucharon por muchísimos años para que sigamos caminando dentro de la libertad. El hijo de Juaniquin estuvo fuera de él, Casto Moreno Vargas, más conocido como El Mojiconero, será para siempre ese hijo perdío en la choza más gitana del mundo como fue la del tío Juaniquín. El maestro o enseñaó de muchos trabajadores que sobrevivieron en cortijos y gañanías. Digo sobrevivir por la manera de trabajar, de medio comer y medio descansar que hacían nuestra familias.
Este drama social, y a la vez gitano, es necesario contarlo. Sobre todo para llenar de contenido las trayectorias vitales de los vencidos, de los que gastaron sus suelas de zapatos corriendo de un lado para otro, y así componer su identidad. Porque recuperar la historia es recuperar la identidad, y tenemos mucho en común. Porque el pueblo gitano también quiere y vamos a luchar por saber de nuestra historia y recuperar nuestra identidad. Estamos ambas partes en la misma tangente , y así no podemos caer en el olvido.
Esta noche vamos a disfrutar con ese drama histórico con el quejío gitano, de la mano de dos cantaores de la antigua usanza. Con la guitarra de soniquete de almíbar de un consagrado Luis Carrasco. Una vez me contaron y me dijeron que el cante de pureza hay que tratarlo de usted, y aquí está el ejemplo. La pureza del cante es el sabor del paisaje, lo dijo Antonio Mairena, y hoy me refiero a mi Lebrija. Ellos han entrado en la choza del tío Juanquín, ellos le van a cantar a la libertad de José, van a expresarse con el negro luto del quejío. Ellos se van rebuscar en la última habitación donde se cobija el duende. Lebrija, sentimiento, sangre en sus letras, la pena negra de un padre que se han llevado a su hijo, que no sabía si iba a volver, y si volvía, no sabía cómo esconderlo. Ellos son Manuel de la Costá y José Soto el Churrero, voces nacidas para el dolor, para el drama y la tragedia de El Mojiconero.
Reportaje fotográfico de la actuación en Trebujena