La Peña Flamenca Buena Gente repleta hasta la bandera acoge, dentro del Festival de Jerez, el recital del joven cantaor
Crónica flamenca y fotos de Manuel Monje, gracias a la colaboración de Alejandro Nieto para LebrijaFlamenca.com
Gran recital flamenco de Manuel Monje el pasado 25 de febrero en la Peña Flamenca Buena Gente de Jerez, enmarcado en el vigésimo octavo Festival de Jerez, dentro del ciclo De Peña en Peña de la Federación de Peñas Flamencas de Jerez.
Sobremesa de emociones para Manuel Monje, abriendo en solitario el ciclo De Peña en Peña, con una Buena Gente repleta hasta la bandera de público nacional e internacional. Como escudero, a las cuerdas Manuel Jero, de casta le viene al galgo y vaya si le viene, sello de calidad “Periquín”, y como guardia pretoriana del compás, a las palmas, Juan Diego Valencia y Manuel de Cantarote.
Manuel, con la responsabilidad de llevar en su ADN Lebrija y Jerez, Monje, Vargas, Soto, Viá, Sordera, Merced, y así hasta Paco La Luz, abre con una dulce granaína que remata a compás por bulerías. El niño, mosto dulce, coge cuerpo en los tercios de la soleá y se hace viejo, y se emociona y hace emocionar a los aficionados entre los que se encuentran artistas, familiares y miembros del consistorio como la alcaldesa de Jerez y el delegado de Cultura, el director del Teatro Villamarta y el Presidente de la Peña.
En las alegrías, los gestos cómplices con su madre van y vienen como las olas, y el olor a salitre de su cante se mezcla con el que viene de los muros de las bodegas que rodean la peña. Termina la primera parte por tientos tangos con un público ya entregado a este pequeño y a la vez gran aficionado.
Manuel, en pie y en solitario, abre la segunda parte por martinete. En este caso, en el barrio San Mateo sí hay pluma y tintero para seguir escribiendo la historia del flamenco y del relevo generacional en Jerez. A clavito y canela, se rebusca en la seguiriya, tanto que se retuerce y se aferra a su pañuelo para convertir los tercios en palo cortao. Para finalizar, llega la catarsis por bulerías de Jerez, donde más a gusto se siente, y hace gozar a los presentes abandonando el micro y fundiéndose con el respetable. Regalo final por fandangos con la satisfacción de haberse entregado en todo su ser y habiendo destilado el mejor licor de sus cantes.