El fenómeno del niño jerezano consigue un lleno absoluto en la Peña Flamenca de Lebrija, el pueblo de su bisabuelo Viá
Este niño sabe cantar desde antes de haber nacido. Trae el compás de familia, y a su temprana edad lleva el alma gitana de su bisabuelo José Vargas El Viá muy adentro. Manuel Monje protagonizó un lleno absoluto en la Peña Flamenca de Lebrija y, junto a la guitarra de Nono Jero, ofreció un recital completo de cantes a cual más cabal, metiéndolo todo por derecho.
Buen comienzo por tientos tangos, se templó especialmente por soleá. Domina el compás por bulerías homenajeando a uno de sus preferidos, El Torta. Quiso atreverse por seguiriyas y terminó con tanda de fandangos. Además de mucho más y un saber estar en el escenario impropio de su edad.
El público, entre el que estaban el alcalde Pepe Barroso y otros miembros de la corporación municipal; la directiva de la Peña Flamenca, y la familia del menor, incluída su bisabuela y todos sus tíos y primos de una extensa familia, vibró de emoción y jaleó sin reparos al que ya puede considerarse un cantaor en potencia.
Un niño nacido en Jerez pero criado entre dos familias jerezana y lebrijana, depositario de la herencia gitana hermanada en estas dos localidades. Desde bebé ha vivido en el ambiente familiar la fiesta flamenca y con su bisabuelo Viá ha aprendido los protocolos intangibles de la cultura gitana. Manuel Monje es la demostración palpable de la cadena de la transmisión de los gitanos flamencos. Su futuro, aunque parezca que ya está aquí, aún está por llegar. Su capacidad para transmitir ya es única, ahora tendrá que irse diferenciando y seguir cogiendo de ambas latitudes flamencas, por nuestro gusto, un poco más de Lebrija, para hacerle honores a su bisabuelo y a todos sus tíos y primos que lo arroparon en el segundo día del ciclo de jóvenes flamencos que ha programado la Peña Flamenca de Lebrija los domingos por la mañana.