Actuación en la Peña Flamenca de Lebrija de la cantaora Anabel Valencia en la semana de la XXXV Giraldilla Flamenca
Me fui a la Peña Flamenca Pepe Montaraz el pasado viernes 26 de abril en la Giraldilla Flamenca de Aurora Vargas 2025. Busqué la voz capaz de transformar el sufrimiento en imperecederas formas de la fraternidad como la persecución, el miedo, la pobreza, la libertad, las injusticias, las fatigas o el desamor.
Con el sonido negro de sus cuerdas, Curro Vargas acompañó a la cantaora de nuestra villa lebrijana Anabel Valencia, para seguir haciendo historias bonitas en cada cuento de hadas que describe en sus actuaciones, bajo la sonanta de compás de mi sobrino Alonso y del nieto de mi admirado chache Kilito, José Luis con sus palmas.
Nos deleitó con cinco palos de cantes, su abanico lo abrió y suspiró por alegrías, tientos, tangos, seguiriyas y por bulerías, bajo su ataviado blanco de fraternidad y bajo la bendición de esa cruz en forma de cadena como péndulo de paz y fe en su mano izquierda en cada repertorio.
Lleno absoluto para la llamada del quejío de Anabel. Nos golpeó, nos quebró y nos acercó a ese barranco de autenticidad.
Para muchos fue un recital corto, fue como escribir un relato corto de 15 renglones y ganar el primer premio, el silencio de aquella sala flamenca lo decía y describía lo que estaba pasando y el porqué ese relato corto de cante ganó el primer premio. Lo estábamos sintiendo, dividió la turbulencia del sufrimiento del cante para llenarnos de paz a nuestra conciencia, cuando pasamos por etapas muertas del día a día. Y el buen cante gitano hizo de ese tragaluz de sabiduría y de emoción para convertir en heterónimos muchas fases de incertidumbre y no saber qué hacer ni dónde ir de los instantes de la vida y la hija del Mantequero si lo convierte y lo convirtió.
Cada uno de sus cantes fue un suspiro que nos hizo que nos saliéramos del tiempo como por tientos y seguiriya, remetidos todos en ese cuento de hadas donde el candor, la inocencia y el entusiasmo nos junta esa pomada para las heridas del día a día, para esos malos momentos, para esos instantes dudosos que no lo esperamos, esas alegrías, tangos y bulerías.
El cante de Anabel Valencia bajo las cuerdas de soníos negros de Curro Vargas fue testimonio del prodigio del espíritu gitano, es un honor ser discípulo de estos gigantescos seres que utilizan su música para entendernos. Porque es un lenguaje que el pueblo gitano lo utilizaba, lo utiliza y lo utilizará cuando en sus adentros tienes páginas de grandes textos de vida imaginaria para la supervivencia y el subsistir. La noche de Anabel Valencia fue como la frase del poeta alemán Nietzsche: «Di tu palabra y rómpete», ese es su cante y así lo transmite.
Reportaje de fotografías de Araceli Pardal

XXXV Giraldilla Flamenca 2025_actuación de Anabel Valencia

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