Una muestra fotográfica que reconstruye la vida del fotógrafo, nieto de Antonia Pozo y autodidacta en su profesión
El momento mágico de la Bienal de Flamenco de Sevilla también puede estar en los “otros oles” que ofrece el festival en su programación periférica. La Factoría Cultural expone, desde el pasado sábado 21 de septiembre, el trabajo del fotógrafo flamenco Ramón Amaya que lleva varias décadas ofreciendo la mirada honesta “de un testigo gitano de su tiempo” sobre el panorama flamenco.
Un fotógrafo, nacido en 1948, de formación absolutamente autodidacta, que ha sabido adaptarse a lo largo de la historia de la fotografía, a los cambios tecnológicos y a las distintas formas de difusión del flamenco, sin abandonar su punto de vista sincero y comprometido con el cante, que en definitiva es lo que importa.
Ramón Amaya es nieto de Antonia Pozo, cantaora aficionada de Lebrija, creadora de cantes autóctonos y fundamental en la transmisión del flamenco de generación en generación. “De ahí que esta historia de un fotógrafo gitano, poco conocido o invisibilizado, tomara otras dimensiones cuando descubrí que era nieto de Antonia Pozo”, explicó la periodista Araceli Pardal, comisaria de la exposición junto al historiador Miguel Ángel Vargas, “porque aquí estaba la magia, como digo yo, o el infundio o la gitanería, como decís vosotros”, añadió dirigiéndose al público mayoritariamente familia del fotógrafo y su mujer, recientemente fallecida Consuelo Valencia.
El director de la Bienal de Sevilla, Luis Ybarra, tuvo el detalle de inaugurar la exposición, dándole especial importancia a estos “otros oles” incluidos en la programación oficial. La exposición enfrenta los trabajos de dos épocas muy distintas, vividas por Ramón Amaya. Una primera en blanco y negro fruto del trabajo conjunto con el crítico de flamenco Manuel Martín Martín en Diario 16, y otra al amparo del programa Zona Flamenca de Factoría Cultural.
Manuel Martín Martín, encargado de la conferencia inaugural, hizo un alegato a la fotografía flamenca, “una forma de mirar lo que nos identifica” que nos ayuda a “comprender la historia contemporánea de lo jondo”. En cuanto a Ramón Amaya, le aplaudió “saber dominar la técnica para saber captar el momento” y dijo reconocer en sus fotografías “verdaderos artículos de opinión donde sobran las palabras”.
El discurso más emotivo lo dio por sorpresa el hijo de Ramón Amaya, Javier Amaya, que se acordó en todo momento de su madre Consuelo “que ocupa hoy esa silla vacía” y agradeció a su padre el trabajo constante, su forma de ser y sobre todo “mi referente, porque cada vez que quiero ser un buen gitano, me miro en ti”, llegando a todo el mundo al corazón y a las lágrimas.
El pasado sábado, 21 de septiembre, se celebró al abrigo de la exposición la mesa redonda moderada por el periodista Antonio Ortega sobre “Los festivales flamencos de los pueblos como espacios simbólicos de resistencia”, con la presencia del cantaor Manuel de Paula, el hijo de Pedro Bacán, Sebastián Bacán, y la propia periodista Araceli Pardal.
Los próximos sábados 28 de septiembre (“La mirada romaní sobre el flamenco”) y 5 de octubre (“El lugar de la memoria familiar como archivo”) se seguirá dando ocasión a la charla en el seno de esta exposición de Ramón Amaya que ofrece la mirada de un gitano sobre los momentos vividos que quedarán en la fibra sensible de los corazones aficionados.
Buen reportaje y muy buena crónica. Besitos.
Gracias a ti Ramón, por ese trabajo tan inmenso que tienes hecho a lo largo de toda tu vida profesional, y por seguir en el tajo. Mucho que aprender de ti. Y gracias por tu amistad.