Aurora Vargas y Concha Vargas cruzan su gitanería en el escenario de la noche del viernes 19 de julio de la Caracolá Lebrijana
Lo que vivimos la noche del viernes, 19 de julio, en la Plaza del Mantillo, quedará para los anales de la historia de la Caracolá. Gitanería, duende, empaque o como se dice ahora: ciclogénesis explosiva de arte.
Comenzó la noche Concha Vargas, con una muestra de baile arromantizado, acompañado espléndidamente de su cuadro: José El Pechuguita, Juan de la María y Quini de Jerez al cante; y su hijo Curro Vargas y José Luis Medina a la guitarra.
Cambió de traje y cambió de palo por soleá. Los cantaores se la dejan en suerte y ella comienza a regar de arte el escenario. Entre alegrías y cantiñas nos sigue premiando con su baile racial, es éste otro palo donde ella le viene de casta y sigue manejando la escena.
Y para culmen de su actuación, por bulerías se acaban los adjetivos, mejor verlo señores.
El embrujo de la noche seguía. Aurora Vargas fue un torbellino que pasó por Lebrija. Nos puso agustísimo, nos metió en la talega con sus alegrías, se reivindicó por soleá y seguriyas, nos puso a bailar por tangos, y por bulerías nos arrolló dejándonos extasiados de tanto arte.
Aurora Vargas venía muy bien acompañada con la guitarra de Miguel Salado, y a las palmas el lebrijano Manuel Valencia, y Manuel Salado y José Peña. Los tres con mucho compás y arte, se dieron su pataíta.
Y para finalizar las dos artistas mano a mano, Aurora Vargas y Concha Vargas. ¡Qué momentos, de los que no quieres que se acaben! De los de sabor antiguo de caseta municipal en julio.