El dulce sabor de la vida: amanecer a golpe de soniquete

Esperanza que apacigua lo que queda por venir

 

Ligera brisa, acaricia nuestros cuerpos desnudos entre el río y las estrellas plateadas de la noche.

Pasión envuelta por el destello de las llamas, que invaden las ansias de enriquecer la nueva vida que ya brota en tu seno, acariciando los fuertes lazos de nuestros  besos.

Bebé recién nacido

Recién nacido.

 

 

 

 

 

Compás de un lucero que  absorbe los destellos del amanecer,  haciendo brotar el llanto dulce de ilusiones compartidas en el centro de nuestro corazón.

Entre juncos y ascuas de la noche fría consumida, una sonrisa despierta entre las sábanas del alba.

Amanecer florecido de esperanzas que renuevan el azul del cielo y el verde de la hierba empapada por el rocío de la mañana, palabras de alegría que desembocan en el compás de gargantas que estallan por bulerías. Esperanza a golpe de soniquete que apacigua lo que queda por venir.

El murmullo hipócrita de la vida amenaza con el sabor amargo del desconocimiento, empañando la realidad del alma, entorpeciendo la luz que emana del corazón, enfureciendo a la cálida sangre que grita a los ojos del mundo, estremeciendo la voluntad de quien se acerca a la realidad del alma, truncando el sabor amargo de la vida, para darle el dulce sabor del conocimiento.

 

 

De Lebrija a Utrera

Este camino se ha recorrido una y mil veces y han surgido momentos de cante extraordinarios

 

Hay una letrita muy cantada por todos los gitanos flamencos: “Los gitanos cuando van a Utrera con el ojo vizco no ven la carretera”. Es una de tantas letras que son originadas por el ir y venir de los gitanos de Lebrija a Utrera dando buena cuenta de  la relación que siempre ha existido entre los gitanos de uno y otro pueblo, ya sea por una visita a la tata, por una boda o por  ver a mi primo que hace mucho que no lo veo.

Este caminito ha sido recorrido una y mil veces y, a raiz  de estas visitas, se han vivido y se viven, momentos de cante y de bailes muy buenos, dando como consecuencia a día de hoy, con el flamenco ya profesionalizado, la invitación de unos y otros a compartir escenarios. De esta forma, un día cualquiera podemos encontrarnos encima de un escenario, ya sea en Utrera o en Lebrija, un conjunto de artistas de primer nivel.

Y eso, un día cualquiera me fui con mis primos a Utrera, y al escenario se subieron: Luis de Chimenea, Manuel de Angustia, Luis el Marquesito, Gaspar de Perrate; al baile, Sergio de Sevilla, y con  la guitarra de Luis Carrasco, todo ello organizado por la tata Ana la Turronera.

Así que aquí les traigo un pequeño video y unas fotos para que vean que no me lo invento.

Manuel y Alba Molina interpretan el Romance de la pena negra

¡Oh pena de los gitanos! Pena limpia y siempre sola

El poema de Federico García Lorca del Primer romancero gitano, cantado por las voces a dúo de Manuel Molina y su hija Alba Molina. El tema fue interpretado durante el concierto ofrecido como cierre de las noches estivales de la Tetería Andauní de Lebrija.

ROMANCE DE LA PENA NEGRA

(a José Navarro Pardo)

Las piquetas de los gallos

cavan buscando la aurora,

cuando por el monte oscuro

baja Soledad Montoya.

Cobre amarillo, su carne,

huele a caballo y a sombra.

Yunques ahumados sus pechos,

gimen canciones redondas.

Soledad: ¿por quién preguntas

snn compaña y a estas horas?

Pregunte por quien pregune,

dime: ¿a ti qué se te importa?

Vengo a buscar lo que busco,

mi alegría y mi persona.

Soledad de mis pesares,

caballo que se desboca,

al fin encuentra la mar

y se lo targan las olas.

No me recuerdes el mar

que la pena negra, brota

en las tierras de aceituna

bajo el rumor de las hojas.

¡Soledad, qué pena tienes!

¡Qué pena tan lastimosa!

Lloras zumo de limón

agrio de espera y de boca.

¡Qué pena tan grande! Corro

mi casa como una loca,

mis dos trenzas por el suelo

de la cocina a la alcoba.

¡Qué pena! Me estoy poniendo

de azabache, carne y ropa.

¡Ay mis camisas de hilo!

¡Ay mis muslos de amapola!

Soledad: lava tu cuerpo

con agua de las alondras,

y deja tu corazón

en paz, Soledad Montoya.

***

Por abajo canta el río:

volante de cielo y hojas.

Con flores de calabaza,

la nueva luz se corona.

¡Oh pena de los gitanos!

Pena limpia y siempre sola.

¡Oh pena de cauce oculto

y madrugada remota!

Federico García Lorca, del Primer romancero gitano.