“La calle Fontanilla bendita sea, viven cuatro mocitas, ninguna fea. La más bonita: la niña de Paco Torres, la Mariquita”
Mariquita Torres hubiese cumplido el pasado mes de noviembre 94 años. El día de su muerte, lejos de ser un día triste fue un día de certezas y de emociones encontradas. La certeza de que todos aquellos que conocimos a Mariquita sabemos que es inolvidable y que nadie muere mientras esté en nuestra memoria.
La vida de los pueblos se caracteriza por la gente que los habita y se distingue por los personajes que le dan lustre, prestancia, empaque o identidad. Y todo eso tenía Mariquita, una vitalidad contagiosa y una alegría única que la hizo vivir siempre en plenitud, disfrutando cada día de su vida fiel a sí misma, a su carácter especial, a su presencia luminosa.
No creo que haya nadie en Lebrija que no conozca la figura de esta mujer polifacética, inquieta, comprometida, generosa y, sobre todo, de esta mujer avanzada de su tiempo, que abrió las puertas de su casa a todo el mundo sin distinguir clase, raza o religión. En unos tiempos donde la sociedad se dividía entre ricos y pobres, Mariquita Torres lejos de marcar distancias con los que no eran de su clase, abrió las puertas de su hermosa casa en la Plaza de España para que sus vecinos y visitantes pudieran decirle buenos días o pedirle ayuda, una ayuda que ella siempre ofreció desde su lado más generoso y sencillo. Por su casa han pasado muchos lebrijanos conscientes de que ella era sensible a las necesidades y la precariedad de aquella época.
Pero además de esa generosidad, Mariquita Torres fue una mujer comprometida, una abanderada de causas justas y solidarias. Sería innumerable su contribución a organizaciones, hermandades o asociaciones con las que ella ha participado, pero permítanme que me detenga en su lucha activa en la donación de órganos. Su militancia y su apoyo a la donación nos hizo a todos más conscientes de la necesidad de ser donante y le valió además el reconocimiento de la organización nacional de transplantes.
Como amante de la cultura, en la retina nos quedan muchos momentos únicos. Ilustres personajes del mundo del teatro, de las letras, del flamenco, de los toros o del deporte que han pasado por su casa. Mariquita, anfitriona única, ofrecía su entorno acogedor para que artistas consagrados o anónimos, sobre todo del flamenco, le hicieran un poquito de compás por bulerías y ella con su presencia seductora se diese una pataíta con un arte innato que se desbordaba aún más cuando elevaba sus brazos para bailar por corraleras.
Quizás muchos no lo sepan, pero la Caracolá que acaba de cumplir 50 años debe su nombre a Mariquita Torres. En aquellos tiempos, Emilio Mendaro era el alcalde de la ciudad y fue ella quién sugirió Caracolá para el festival flamenco, todo un acierto.
No puedo hablar de la figura de Emilio Mendaro sin destacar que siempre fue un hombre enamorado de su mujer. He presenciado muchos momentos en los que Emilio ha expresado su profunda admiración por ella y el amor que siempre le tuvo, el mismo que ella le tuvo a él, al que seguramente le cambió la vida teniendo en cuenta el carácter serio del norte, de donde venía su familia y el carácter abierto y extrovertido de ella.
Mariquita fue una mujer tan avanzada de su época que trabajó y formó su propio equipo comercial cuando pocas mujeres se incorporaban al mercado laboral, menos las que como ella disfrutaban de una posición de privilegio.
Todo esto sin olvidar lo esencial de su vida, sus 7 hijos a los que educó en valores de igualdad, de tolerancia, de respeto, de compromiso con la sociedad, pero sobre todo a los que amó y protegió y a los que llenó de besos y ternura. Sus hijos y sus nietos constituyen hoy su mejor legado.
Un legado prolífico con su libro de cocina, con su presencia en televisión, periódico y radio, en la cadena SER la recuerdan siempre con enorme cariño. Con su madrinazgo de la Banda Santa Cecilia o con su flores cada año al Cristo de los Gitanos a su paso por su casa.
Mariquita Torres inundaba con su presencia cualquier lugar al que llegase, con sus palabras vitales nos contagiaba ilusión y alegría por la vida. Ella no quería que su último adiós fuese triste, quería que las puertas de su casa estuviesen abiertas como así ha sido para que todos sus paisanos le diesen el último adiós. Descanse en paz.
* Texto de María Ruiz leído en la Parroquia Nuestra Señora de la Oliva en el último adiós a Mariquita Torres.
No creo que haya muchas personas que hayan recibido su último adiós por corraleras. Canta Milagros la Guajira, dale al PLAY
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