INÉS BACÁN mantiene viva la esencia del cante flamenco

Inés Bacán y Miguel Funi llevaron la pureza a los escenarios de la Bienal de Flamenco de Sevilla

La única verdad está en el cante de Inés Bacán. Inés solo necesita una silla para ir dictando sentencias. Ella sola mide el tiempo y si quiere lo para. Nosotros no tenemos más que sobrecogernos y mantenernos, suspendidos en un cable de acero, esperando un alivio que nos permita respirar de nuevo. Y ese alivio llega por segundos y de nuevo otra vez una tensa calma.

La esencia del flamenco está en Inés Bacán y en Miguel Funi, que protagonizaron la noche en el Espacio Santa Clara de la Bienal de Flamenco de Sevilla con el espectáculo “En Estado Puro“. Un lleno absoluto, en un espacio íntimo, no llegaba a las 300 sillas, en el que predominaban los extranjeros, preferentemente público japonés.

Un espectáculo dirigido por Tere Peña y producido por Alfonso García, en el que se muestra lo más básico del cante gitano y flamenco, de donde se deriva todo lo demás. Porque Inés canta de su memoria y tiene una sabiduría ancestral que conmueve, dando la sensación de estar viviendo un momento único y trascendental.

La guitarra de Antonio Moya acompañó a la cantaora, entendiéndola y gustándola; una guitarra familiar y virtuosa que destacó sin quitarle el sitio a la majestuosidad del cante.

Si tuviera que escoger algo de anoche me quedo con los romances. Porque sí, la nana: “tiene mi niño en sus manos, un caballito de mar…” compuesta por su hijo José Bacán, que tocó las palmas junto a Vicente Peña. Y también la soleá, en la que marca los tiempos como un reloj sin pausa. También las cantiñas, tan de Lebrija y tan de Utrera. La seguiriya, donde verdaderamente sobrecogió al público.

Pero en los romances Inés Bacán se traslada a un pasado muy remoto. En los romances se juntan de verdad las culturas oriental y occidental, de la mano de un pueblo con historia, de amores y persecuciones. En los romances Inés Bacán rompe la barrera del tiempo y del entendimiento. La cantaora lebrijana terminó por bulerías y tuvo que volver a terminar, sin irse, por tonás a pie de escenario. Un concierto que no dejó lugar para las dudas.

En la segunda parte le correspondió a Miguel Peña Funi gustar a un público entregado, acompañado por la guitarra de Antonio Malena. Nada más empezar con la zambra por bulerías, Funi deja clara su personalísima figura. Ni la ciática pudo con él, que buscaba la silla pero se levantaba fiel a su temperamento.

Miguel Funi cantó por soleá y por seguiriyas cuando avanzaba ya la noche hacia la madrugada y finalizó por bulerías, acompañado a las palmas por Vicente Peña, Rocío la Turronera y Luis de Chimenea. La noche no pudo tener mejor final que los martinetes del maestro lebrijano.

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Sobre Araceli Pardal

Periodista. Vivo en Lebrija.
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