De Lebrija a Utrera

Este camino se ha recorrido una y mil veces y han surgido momentos de cante extraordinarios

 

Hay una letrita muy cantada por todos los gitanos flamencos: “Los gitanos cuando van a Utrera con el ojo vizco no ven la carretera”. Es una de tantas letras que son originadas por el ir y venir de los gitanos de Lebrija a Utrera dando buena cuenta de  la relación que siempre ha existido entre los gitanos de uno y otro pueblo, ya sea por una visita a la tata, por una boda o por  ver a mi primo que hace mucho que no lo veo.

Este caminito ha sido recorrido una y mil veces y, a raiz  de estas visitas, se han vivido y se viven, momentos de cante y de bailes muy buenos, dando como consecuencia a día de hoy, con el flamenco ya profesionalizado, la invitación de unos y otros a compartir escenarios. De esta forma, un día cualquiera podemos encontrarnos encima de un escenario, ya sea en Utrera o en Lebrija, un conjunto de artistas de primer nivel.

Y eso, un día cualquiera me fui con mis primos a Utrera, y al escenario se subieron: Luis de Chimenea, Manuel de Angustia, Luis el Marquesito, Gaspar de Perrate; al baile, Sergio de Sevilla, y con  la guitarra de Luis Carrasco, todo ello organizado por la tata Ana la Turronera.

Así que aquí les traigo un pequeño video y unas fotos para que vean que no me lo invento.

La cultura musical de los gitanos de Lebrija

Un bautizo o cualquier otra fiesta es un encuentro propicio para el buen cante y la conviviencia familiar

Hay que tener buen oído y saber estar para que la fiesta surja, de manera improvisada, en un encuentro entre gitanos. Y en esta línea mágica de la geografía de la baja Andalucía, paralela al Guadalquivir y a la línea de ferrocarril Sevilla-Cádiz, viven una serie de FAMILIAS GITANAS con un don especial.

Personas mayores, muchos jóvenes y también niños, conocen el ritual. El cante surje de manera espeontánea, no es obligotoria la guitarra. Las palmas hacen el compás y comienza la fiesta. Se escuchan unos a otros. Al principio, los más jóvenes dejan cantar a los mayores y, el que sabe, de forma generosa, se entrega al baile.

El flamenco vivo y en la intimidad de las familias. Sin estos encuentros, el flamenco no estaría en el lugar que ocupa en la actualidad, en los grandes escenarios. El flamenco profesional se nutre de esta cultura popular propia del pueblo gitano.

La acústica del local no es la más apropiada, pero estos gitanos flamencos no saben expresarse de otra forma, y había motivo para la celebración: el bautizo de un nuevo miembro de la familia, sobrino de Luis de Chimenea. Su abuelo Chimenea se siente a gusto y obsequia al recién nacido con este baile, tan elegante.

Los momentos flamencos se dieron de forma desperdigada y no en las mejores condiciones. Pero aún así, sorprendía el respeto de unos con otros, las ganas de expresarse y la participación de los más jóvenes. Garantía de superviviencia. El flamenco en su estado puro sigue vivo. Algunos momentos inolvidables: