Sobre Pedro Carrasco

Aficionado a la escritura. 10 años en el programa Camelamos Naquerá de Radio Lebrija

Caracolá con voz de mujer

23:00 horas:

Curro Vargas da comienzo a la Caracolá con un martinete poderoso, exigiendo su sitio en el lugar que le corresponde en el flamenco, tanto por él, como por el resto de los componentes de “De Lebrija vengo”. Pues José Carrasco, Isabel Carrasco, Manuel Vargas, Juana Vargas, José Soto y Curro Vargas pusieron el nivel de los aficionados de Lebrija a una altura que da muestra del significado del cante en nuestra ciudad. Antonio Carrasco, a pesar de que no pudo cantar, quiso estar en el escenario acompañando a todos. Porque si algo es el flamenco, es transmisión de sentimientos. De hecho, al ser reclamado por el conductor del espuctáculo, José Vargas ”El Kilito”, se emocionó. Destacar el cante de Isabel Carrasco, que fue una de las que más gustó al publico, y las guitarras de Antonio Malena y Luis Carrasco Aguilera, que disfrutó con su padre.

Marina Heredia, se le notaba en el semblate que se encontraba a gusto. Hizo una actuación muy completa acompañada de Diego del Morao, derrochando mucho sentimiento en cada cante, incluso llegando a emocionar más que en el Potaje de Utrera. Los momentos máss destacables de Marina son cuando se acordó de uno de los pilares de su aprendizaje como cantaora, Adela “la Chaqueta”. Le dedicó un cuplé por bulerías que la hizo emocionarse. Además, no podemos dejar de contar que se acordó de su tierra, Granada, a través del maestro Morente, con unos tangos al más puro estilo del cantaor. Le siguió la cantaora Fernanda Carrasco, que empezó teniendo problemas de sonido que la hicieron desconcentrarse. Aún así nos deleitó con su cante, acompañada de Antonio Malena, pues los problemas de sonido no se terminaron por arreglar del todo. Ello hizo que el público se quejara a gritos. Porque los que  conocemos a Fernanda Carrasco sabemos que ella es mucho más de lo que vimos ayer en la Caracolá.

Anabel Valencia, vestía colores que se identifican con los toreros, pues ayer Anabel se puso la Caracolá por montera. Comenzó con un cuplé por bulerías que dejó en silencio al público. Dando buena cuenta de su madurez como cantaora. Nos deleitó con una serie de palos que los bordó haciendo que  prestaran total atencián a sus cantes: soleá, malagueñas, seguirillas y bulerías. Estuvo acompañada por la guitarra jerezana de Nonito JeroAnabel tiene un don y ese don es transmitir el sentimiento que derrocha en sus cantes y eso se correspondió en que el público se puso en pie y le agradecieron esa forma inconfundible de cantar, con un caluroso aplauso.

Manuela Carrasco, hizo su entrada con un mantón que maneja como si fuera su propia piel. Nos deleitó con un primer baile por bulerías, dejando constancia de su maestría majestuosa en el baile. Uno de los momentos más destacables fue cuando Rafael de Carmen comenzó a bailar solo al compás de sus tacones, haciendo de su baile palabras. Destacar, como no, el cierre de su espectáculo bailando por soleá con el cante de Enrique el Extremeño, entrelazados los dos, baile y cante en uno solo. Dejándonos con ese gusanillo que deja Manuela; queriendo más.

LA GRAN BODA GITANA

¿Por qué casarnos?

La pregunta se responde en el momento en que tu madre o tu padre te mira, y las lágrimas empiezan a inundar los ojos, y sin querer que se desborde mejilla abajo todo se funde en un abrazo, que lejos de frenar la emoción la hace más fuerte, por que no son lágrimas que quieras contener y siguen cayendo mejilla abajo. Entonces entiendes por qué quieres casarte, la respuesta es bastante sencilla: quieres casarte porque quieres compartir con todos vuestra decisión de pasar la vida juntos.

Ya son las siete de la tarde y la novia se está terminando de vestir. Entre lágrimas contenidas y sonrisas, el peluquero sigue impasible en su trabajo de dejar a la novia deslumbrante, sus padres la miran y miran, son momentos cargados de emoción que, en un acto reflejo, intentan no coincidir las miradas porque eso supone que los ojos dejen caer las lágrimas a borbotones. En la casa del novio la fotógrafa ya ha llegado y la peluquera le da los últimos retoques a la madrina. Se dispone a inmortalizar el momento en que, su madre y su tía, con gran esmero, lo ayudan a terminarse de vestir como si en cada prenda que se pone hubiera tras de si un beso, un ole mi niño, un…

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La madrina y una tía ayudan a arreglarse al novio.

Él, por su parte, siempre sonriente se deja hacer. Se mira por última vez al espejo y orgulloso de sí mismo se dice: ayá vamos! Sale de la casa y sus hermanos le esperan, no quieren perderse la imagen del novio saliendo de su casa. Se introduce en el coche y se encaminan a la Iglesia de los gitanos “BELÉN” . La novia también sale de su casa y una multitud de gente la esperan haciéndoles un pasillo hasta llegar al coche. Todos murmuran que parece una virgen y en un momento, la multitud rompe en un caluroso aplauso. La novia mira al padre y le dice: no vayas a llorar, como llores, lloro yo.

El novio se planta  en la puerta de la Iglesia a esperar a su prometida siempre del brazo de su madre, dejando ver una leve sonrisa de nerviosismo. La novia empieza a caminar hacia el altar pues el novio ya está esperándola. La madrina mira cómo viene caminando la novia, el novio sigue mirando al frente, solo cuando la novia llega a la altura del novio los dos en un acto sincronizado se miran a los ojos y sueltan una gran sonrisa. Como no puede ser de otra forma, la misa es cantada. Durante la ceremonia, ambos miran al Cristo de los gitanos con el rabillo de ojo que preside el enlace, como si el Cristo los abrazara. Se dan el sí quiero y se encaminan hacia la puerta, pero antes de llegar la familia no puede aguantar más y una garganta sale cantando por bulerías. Los niños que van delante salen bailando, las palmas suenan a compás y los pétalos de rosa y el arroz irrumpen en el aire envolviendo a los novios en un nube de cariño al compás de bulerías.

Boda gitana Lebrija

Los novios y los padrinos brindan delante de los invitados.

Llegan al salón. Enlazan sus manos instintivamente y se paran frente a la puerta. Ya tranquilos después de haberse hecho infinidad de fotos en un photocall, sus caras reflejan una relajación tenue. Los invitados se ponen todos de pie para recibirlos y brindar con ellos. Alzan sus copas, padrinos y novios se miran, levantan sus copas con una sonrisa de oreja a oreja. El padrino mira con ternura a su hija y hacen sonar el cristal de las copas, todos brindan entre oles, vivan los novios y palmas por bulerías .

Los invitados son un y venir de una mesa a otra, pues son de Lebrija, Utrera y Jerez. Todo se convierte en una nube de abrazos, besos, risas y compás en la mesa. Son los niños chicos los primeros en hacer sonar las palmas, los tacones y las gargantas a compás de bulerías. La alegría se desborda y se empiezan a hacer corrillos de gente cantando bajito en un ricón y otro, hasta que los novios se ponen en pie y se dirigen hacia el centro del salón. Todos de inmediato los rodean, de repente una garganta rompe por bulerías y las palmas siguen el compás. Los hermanos son los primeros en saltar al medio del círculo e invitar a los novios a que bailen con ellos. Desde ese momento, los novios son invitados una y otra vez a bailar. Ninguno de los familiares suele hacer un baile completo con los novios, pues espontáneamente se van intercambiado para bailar con los novios. Todo se convierte en un cante tras otro, un baile tras otro.

De repente, el compás cambia de bulerías a alboreá y todos comienzan a girar en torno a los novios y cantando, en un instante son elevados en hombros y un millar de pétalos de rosa caen sobre sus cuerpos. Desde abajo todos  les cantan con los brazos en alto hasta que una mano agarra la camisa del novio y se la parte. Todos intentan conseguir un trozo de la camisa pues representa la cumbre de la celebración. Con la camisa ya rota se le sigue cantando hasta que el compás se para por un momento. Se vuelve a formar el círculo y ahora el baile es más sosegado. Ahora todos los que bailan con los novios cuelgan de sus cuellos una cita con un rosquete como símbolo de prosperidad. Desde entonces y hasta que termine la celebración los cantes son más individuales, ya no se canta tanto para bailar; ahora se canta para escuchar.