Acompañada de la guitarra del también lebrijano Curro Vargas, hace temblar al público en las noches calurosas del verano sevillano
Primera vez sobre el escenario después de esta maldita epidemia. Entre todos podemos. Vamos a disfrutar de nuevo del directo sobre las tablas, gracias al esfuerzo de todos. De artistas, productores y aficionados. A pesar del miedo, a pasar de las circunstancias, con todo tipo de precauciones y poniendo todos de nuestra parte. Vamos a dejarnos llevar.
En esta “nueva normalidad” que vamos recuperando, la cantaora lebrijana Anabel Valencia se sitúa ya en la primera fila incuestionable del flamenco. En la pasada noche calurosa del verano sevillano del sábado 18 de julio, Anabel Valencia erizó los vellos del público en más de una ocasión, con su facultad innata de conectar con el auditorio.
La soleá apolá se está conviertiendo en seña propia de identidad. La fuerza y el desgarro que le pone a las alegrías de Cádiz hacen honores de artistas grandes de otros territorios. La profundidad de las malagueñas nos sitúa ya en otra dimensión del sentimiento.
La responsabilidad que tiene la guitarra en un recital de esta importancia, en pleno corazón de Sevilla, en un entorno donde las fuentes cantan. Curro Vargas acompaña y también relata a compás con sus seis cuerdas. En los temas más festeros se suma el cajón flamenco de Juan Diego Valencia, indiscutible también en su cadencia.
Y Anabel Valencia va cogiendo fuerza, se arremanga el vestido por tangos y se queda descalza para desnudarse por seguiriyas. Ya en los últimos diez minutos por bulerías está entregada y le canta al amor profundo, al que no entiende de distancias: “…en el amor hay que estar siempre presente, mañana, tarde, noche y madrugada”.
Os dejamos con algunas imágenes del recital, sentimos que la organización no nos dejara sacar la cámara nada más que en los tres primeros minutos. La “nueva normalidad” también pasa por obedecer sin discutir. Ellos pierden.