El flamenco sin fronteras de RAIMUNDO AMADOR en el Potaje Gitano de Utrera 2019

El cantaor de Lebrija José Valencia calló al público por seguiriyas en uno de los grandes momentos de la noche

El Potaje Flamenco de Utrera es éxito asegurado. Meter a más de 1.000 personas en un patio al aire libre para disfrutar de una noche de flamenco a lo grande viene siendo habitual en el fin de semana que Utrera estrena el verano. Cartel de calidad y un homenaje acertado, que este año se ha dedicado a la figura personalísima de Raimundo Amador y su guitarra eléctrica, con la que viene tocando a lo largo de su trayectoria musical blues y flamenco en un territorio sin fronteras.

El Potaje puede con todo y Raimundo comenzó tocando blues con sus compañeros de banda Manuel Romero, Humberto Girón y Raimundo Amador Jr. Dos temazos para colocar al público en esa zona donde “suena gitano” pero con gran influencia de otras músicas. Después la niña de Raimundo, Toñi Amador, cantó una balada metálica para el deleite de los oídos.

Subió Rosario Heredia, corista habitual de la banda de Raimundo, y nos encantó por soleá por bulerías, antes de empezar la fiesta. Recuerdos de Pata Negra y suben al escenario grandes artistas y mujeres de su familia que arropan al músico. Remedios Amaya, la Farruca, Carmen Amador y otras muchas que dejan su magisterio por bulerías.

Pero vayamos al principio, que esto pasaba cuando ya no podíamos más de tanto disfrutar de la noche y del flamenco. La artista de Utrera, por primera vez en el cartel del Potaje a pesar de su dilatada experiencia, Mari Peña, empieza de lujo por tonás y nos sorprende con un precioso romance acompañada de su marido Antonio Moya. Un repertorio muy trabajado, continúa por soleá y cantiñas con letras dedicadas a Manuel Molina. Precioso el coro de voces jóvenes de la familia con Rocío Peña, Manuela Moya, José Benito, Jesús Peña y Tete Peña en la percusión. Cantan por alboreá para introducir las bulerías que suenan a Lebrija y terminan en Utrera, rematando una actuación en la que se nota que han puesto toda la carne en el asador.

José Valencia se impone sobre el escenario utrerano, acompañado de la guitarra de Juan Requena. Las cantiñas las domina con seguridad y maestría. Soleá y abandolaos para demostrar también que hace lo que quiere con su garganta y con el compás, dibujando en el aire una estela de magia flamenca, innata en su persona y madura en su profesionalidad. Con la seguiriya calla al público que reacciona consciente de estar viviendo uno de esos momentos sublimes del flamenco. José ya se levanta y la lía por bulerías volviéndose loco él mismo y loco a un público entregado y rendido.

La artista sevillana Remedios Amaya es la que rinde el mejor homenaje a Raimundo Amador, cuanta sobre el escenario sus vivencias con él y destaca que “el arte le viene de casta”. Lo admira como artistas, pero “por dentro lo camelo mucho más”. Por tangos, pone “la rueda por bandera”, la gitanería en lo más alto del mástil. Y por bulerías una desea que nunca acabe la fiesta. La diva gitana después vuelve a subir con Raimundo Amador sobre el escenario, convirtiéndose en el gran atractivo de la noche.