La cantaora lebrijana ofrece su recital en el Patio de los Naranjos dentro de la 54 edición de la Caracolá
“Yo no soy de esta tierra, ni conozco a nadie”. Inés Bacán sentencia por seguiriyas en el Patio de los Naranjos de la Parroquia de Lebrija y las copas de los árboles se hacen bóvedas que cobijan el cante solemne de la bisnieta de Pinini.
Desde los primeros tientos y los primeros quejíos por soleá, el patio que huele a jazmín en esta noche de verano, se convierte en templo sagrado. Son muchos los que la veneran y muchos los incondicionales que vienen de fuera a escuchar a Inés Bacán a su casa que es Lebrija. Su amiga Maki Yokota se expresa así: “La diva gitana de los Pinini, canta entre los naranjos y las campanadas, emprende el viaje hacia el jondo de su alma”.
Porque fue así. Las campanas nuevas de la Torre de la iglesia repicaron al cante de Inés, aunque no sé en que momento se silenciaron desanimadas. No hay eco más profundo que la voz de Inés por serranas, aunque no sea un cante muy habitual en ella.
Antes de enmudecer el patio por seguiriyas, Inés Bacán nos cuenta un romance marca de la casa. Con la seguiriya la guitarra de Antonio Moya la admira y la comprende. Para terminar, unas letras cortitas por bulerías, a compás de las palmas de los hermanos Antonio y Vicente Peña. Noche gitana de cante grande bajo las bóvedas de los naranjos. El cante de Inés Bacán no es de este mundo, porque tras escucharla hay que volver a él.