La niña María Carrasco Serrano dedica este poema al Cristo del Ecce-Homo de Lebrija
Madrugá de bellos sentimientos
en las cercanías de la Corredera
en la espera se escucha un rosario,
para aliviar el pesar de tu sufrimiento.
Con tu vara a la Plaza caminas,
con la luz de tus ojos aún más hermosos,
que hacen más bellas tus finas manos.
Es el Cristo de los Gitanos acompañado
por una gran multitud de payos y gitanos,
que rezan y cantan plegarias
para unos hermanos que junto a Él
este año no han caminado.
En el consuelo del llamado Manué,
que cada madrugá de Miércoles Santo
acompañado de saetas como llantos
pasea por Lebrija ¡el Rey de espinas coronado!
Y Lebrija se volvió gitana
¡¡con un Señor diferente!!
que es patriarca de un pueblo.
Con unas manos gitanas
¡con un sentir que es calé!
sentimiento puro y bueno,
y hasta llora la Plaza
que al igual que Lebrija
también se ha vuelto gitana.
Con ocho marchas seguidas,
con una voz quebrajada,
con una banda que suena
a trompetas aflamencadas.
Y no suenan tambores
suenan a viejos panderos,
de esos que tocaban antes
los gitanos canasteros.
Y sus hijos van detrás
con pieles de caramelo,
los que todavía son libres
que de la India vinieron
con su cante, con su baile
¡con sus pañuelillos nuevos!
que te quiten las espinas
que la sangre se derrama,
castigao con la fatiga
y con tu quela gitana.
Y yo quiero ser clavel
para aliviar tus pisadas.
¡Ay, Señor de los Gitanos,
detén tú la madrugada!
¡Que Lebrija no despierte
que siga siendo Gitana!
Poesía de María Carrasco Serrano al Cristo de los Gitanos.